Los paseos y mi libro

Estos días cuando salgo de trabajar, me dedico a dar paseos por Oviedo con mis libros cual testigo de Jehová, pero sin intentar vender la salvación ni la vida eterna. Entro en las librerías y les ofrezco que lo pongan en sus estanterías. Todos dicen que sí, pero me recuerda a cuando recién titulado dejaba mi Curriculum Vitae por las empresas con la esperanza de conseguir un trabajo, pero a sabiendas de que lo más seguro es que mi esfuerzo cayera en saco roto. 

Una tarde, mientras acudía a un funeral en Bilbao recibí una llamada. Una voz grave me preguntó si había enviado un currículum y me espetó:

-¿Qué quieres? 

Yo no me acordaba de haberlo mandado, pero fueron tantos que sería cierto. En ese momento ya estaba trabajando, pero nunca se puede cerrar uno a nuevas oportunidades. 

Quedamos en su oficina con nocturnidad y alevosía y lo primero que me comentó fue que si me parecía bien que él llamara a mi jefe de entonces para decirle que estaba en una entrevista con la competencia. Me hizo gracia, al igual que su recibimiento áspero por teléfono. Nunca se lo tuve en cuenta porque siempre le he tenido en alta estima, a pesar de que en ocasiones traspasara la raya de la discreción con modos tirando a temerarios. Aquella tarde no llegamos a ningún acuerdo, pero dos años después sí y allí llevo más de catorce.

Hace mucho que aquel ingeniero zamorano dejó la empresa, pero a mí no se me olvida su trato excelente cuando mi padre enfermó. Por eso encajo con estoicismo, incluso a día de hoy, sus puyas sobre mi pelo desaliñado. Su presencia física impone cierta autoridad aunque le tiemble el pulso cuando revuelve el café, pero no provoca que me arrugue, ni que le intente evitar. No en vano es de las pocas personas  junto a mi madre que me felicitan por mi santo, lo cual agradezco en secreto por resultar casi íntimo y escaso. El santoral ha quedado en el olvido desde que los calendarios pasaron de colgarse en una pared a representarse en una pantalla.

A día de hoy, la mayoría de los texto también se escriben y se leen en una pantalla, así que me ha hecho ilusión ver mi libro en papel y recorrer las tiendas a pie. Lo más normal es que no venda ninguno, pero conocer a libreros y charlar un rato con ellos ya es suficiente. Algunos desbordan simpatía y me dan consejos, mientras escriben un recibo a mano. Otros se comportan más distantemente mientras los hacen con ordenador, pero a mí me encanta coleccionarlos igualmente, porque el mundo de los albaranes me parece tan misterioso e intrigante como el de los volantes médicos.

9 comentarios sobre “Los paseos y mi libro

      1. ¿Funcionaria yo? Nunca, jajajaja. Si me presentase a presidente, nadie me votaría porque acabaría con el obsoleto sistema de funcionariado.
        Hace años que no vivo en España, por eso tuve que volver a enviar mi CV y creo que ha sido el último, o eso espero.

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