HARDER, FASTER, FOREVER AFTER

Hace casi veinticinco años, fui al estadio Vicente Calderón en Madrid. De algún modo, se trataba de la despedida de un amigo que en unos días dejaba su casa para pasar un curso universitario en Escocia. Al pisar el césped, el lugar me pareció más pequeño de lo que recordaba cuando veía las gradas del ahora inexistente campo de fútbol en los cortes del telediario. Supongo que fue lo primero que comenté, lo cual probablemente no dista mucho de lo que dirá la gente que visita el Congreso de los Diputados el día de puertas abiertas o al volver al barrio de su infancia, porque la memoria también desvirtúa la realidad tanto o más que la televisión.

Jesús Gil no se encontraba en el palco. No era domingo, ni siquiera eran las cinco de la tarde. Era de noche y pretendíamos ver en directo a uno de aquellos grupos mundialmente conocidos que tanto dio que hablar en los ochenta y noventa, pero que si lo escucho ahora, me parece que su música ha envejecido mal. No es fácil ser estrellas aduladas y aguantar el paso de los años, sin pensar para adentro que tanta solemnidad con la que se mostraban sobraba, porque creo que poco de lo que hicieron tuvo la trascendencia buscada. 

Para mí, sí ha tenido relevancia un detalle que quizá pasó desapercibido en su momento. En 1987, el susodicho grupo tocó en el Santiago Bernabéu ante 115.000 personas, cuando el aforo solo permitía 75.000, lo cual ya da pistas de la España de aquella época. Durante el concierto, el público comenzó a corear: ¡Torero, torero, torero!  Al volver a leer este tipo de supuestos piropos, algo ha chirriado dentro de mi cabeza, pero sí recuerdo que el hecho de que le asociaran a uno con un matador de toro se consideraba un distintivo para bien en muchos ambientes, igual que lo era comportarse cual machote de pelo en pecho. El cantante, de procedencia irlandesa, no entendió el cumplido y respondió que ellos no eran toreros, sino el toro. Probablemente, los asistentes tampoco comprendieron la puya y pasaron a otra cosa sin darse cuenta. Se había avanzado mucho, pero en algunos aspectos, la brecha entre Europa y España todavía era abismal. Ahora disimulamos mejor ciertas cosas y, por otro lado, perdemos el pudor de antaño con otras, los anglosajones también.

Cuando en su día compramos las entradas, por unas cinco mil pesetas que hoy en día parecen calderilla, los teloneros pasaron desapercibidos. Quizá bajo el nombre de la banda principal solo se indicara + artista invitado. No los conocíamos, pero enseguida nos sorprendieron nada más subir al escenario. Durante toda la actuación nos estuvimos preguntando si la persona que cantaba era hombre o mujer. Brian Molko no ayudó a aclarar la confusión, ya que entre canción y canción preguntó varias veces al público: ¿Soy chico o soy chica? Puede que fuera lo único que supiera decir en castellano. Su ambigüedad andrógina, claramente medida, era patente.  Imitaba sin esconderlo al David Bowie más provocativo, y al igual que éste, el personaje de juventud fue quedando atrás, pero su música prevalece.  

“Basically, I wanted anybody who was slightly homophobic in the audience to look at me and go, ‘ooh, she’s hot. I’d like to fuck her’, before realising that ‘her’ name was Brian.”

No es un secreto que Placebo quiso trasladar el Glam Rock británico de los setenta a los noventa, apadrinados precisamente por quien se hizo llamar Ziggy Stardust. Su aportación al género fue añadir guitarras ruidosas y el post-punk que vino después de Marc Bolan, junto con una voz nasal tan vital como alicaída que me ha acompañado durante más de dos décadas. En ocasiones, los placebos funcionan y hacen que uno se sienta mejor. A pesar del tiempo transcurrido, sigo aplaudiendo cada vez que sacan un nuevo disco o tengo la oportunidad de verlos en directo, mientras que el grupo por el que fui hasta Madrid en septiembre de 1997 quedó sepultado en mi cabeza bajo capas de desperdicios y lixiviado. 

4 comentarios sobre “HARDER, FASTER, FOREVER AFTER

  1. He tenido que pegarme una vuelta por internet para descubrir a quién teloneaba Placebo. Se me hace extraña la combinación, aunque he de confesar que no tengo muy escuchados a Placebo y que quién sabe si en aquel momento se asemejaban más. Sublime y muy descriptiva la anécdota del torero. Un placer volver a leerte, compañero.

    Un fuerte abrazo, compañero. Adelante!

    PD: Parece que en este enlace hay una crónica, fotos y más detalles de dicho concierto.

    Le gusta a 2 personas

Deja un comentario